Expiación

En el IFDC de El Bolsón se viene desarrollando el proyecto Filosofar con niños, coordinado por la docente Arianne Hecker. En sintonía con este hermoso proyecto, que va ganando adeptos año a año, compartimos aquí un fragmento de Expiación, la novela de Ian McEwan editada en 2001, cuyo título original es Atonement. En este fragmento McEwan compone y comparte magistralmente los pensamientos y sensaciones de  Briony, la niña protagonista de esta  novela. Pensamientos y sensaciones en torno a sí misma, su existencia, su individualidad, y la pregunta sobre los demás y sus pensamientos . Te invitamos a disfrutarlo.

 "El silencio silbaba en sus oídos y su visión estaba un poco distorsionada; sus manos en el regazo parecían insólitamente grandes y al mismo tiempo lejanas, como vistas desde una gran distancia. Levantó una mano, flexionó los dedos y se preguntó, como había hecho algunas veces, cómo era posible que aquella cosa, aquella maquinaria para asir, aquella araña carnosa en el extremo del brazo, pudiese ser suya y estuviese totalmente a sus órdenes. ¿O poseía una pequeña vida propia? Dobló el dedo y lo enderezó. El misterio estaba en el instante antes de que se moviese, en la línea divisoria entre el no moverse y moverse, cuando su intención surtía efecto. Si pudiera estar en la cima, pensó, quizá descubriese el secreto de sí misma, aquella parte de sí que mandaba en realidad. Acercó el índice a la cara y lo miró fijamente, instándolo a moverse. Permaneció inmóvil porque ella no lo hacía del todo en serio, y porque querer que se moviese, o estar a punto de moverlo, no era lo mismo que moverlo de verdad. Y cuando finalmente dobló el dedo, pareció que la acción empezó en el propio dedo, no en alguna parte de la mente de Briony. ¿Cuándo sabía el dedo que se movía, cuándo ella sabía que lo movía? No podía sorprenderse en plena acción. Era una cosa o la otra. No había puntadas, no había costura, y sin embargo ella sabía que, detrás del terso tejido ininterrumpido, era el yo real -¿era su alma?- el que tomaba la decisión de cesar el simulacro e impartir la orden definitiva."
         "Estos pensamientos eran tan familiares para ella, y tan reconfortantes, como la precisa configuración de sus rodillas, su aspecto emparejado pero vital, simétrico y reversible. Un segundo pensamiento seguía siempre al primero, un misterio engendraba otro: todas las demás personas ¿estaban realmente tan vivas como ella? Por ejemplo, ¿era su hermana tan importante, tan valiosa para sí misma como Briony era para Briony? ¿Ser Cecilia era algo tan vívido como ser Briony? ¿Tenía también su hermana un yo real escondido detrás de una ola que rompe, y dedicaba tiempo a pensar en ello, con un dedo alzado ante la cara? ¿lo tenía todo el mundo, incluso su padre, y Betty, y Hardman? Si la respuesta era sí, entonces todo el mundo, el mundo social, era insoportablemente complicado, con dos mil  millones de voces y los pensamientos de cada cual luchando por poseer igual importancia, y todo el mundo reclamando intensamente el mismo derecho a la vida, y todos pensando que eran seres únicos, cuando nadie lo era. Uno podía ahogarse en la intranscendencia. Pero si la rspuesta era no, entonces Briony estaba rodeada de máquinas, inteligentes y agradables por fuera, pero desprovistas de la viva y privada sensación interior que ella tenía. Aquello era algo siniestro y solitario, además de increíble. Pues aunque ofendiese su sentido del orden, sabía que era abrumadoramente probable que todo el mundo tuviera pensamientos como los suyos. Lo sabía, pero sólo en términos de estéril teoría; en realidad no lo sentía."
       
 McEwan, Ian.  Expiación. - Editorial Anagrama. Barcelona, España - 2012 (pgs. 50 y 51)

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