Filosofando con adult@s

Somos relato

En El círculo de los mentirosos, libro en el que Jean Claude Carrière recopila relatos del mundo de distintas tradiciones orales, cuenta que una vez le preguntó al neurólogo Oliver Sacks cómo podía definir a una persona sana. Sacks contestó que una persona sana debía poder contar su vida pasada, hablar del presente e imaginarse el porvenir, o sea proyectarse en el futuro. 

Encontramos una idea similar esta vez narrada por otro escritor, el español Enrique Vila-Matas. En el libro de Relatos selectos: Chet Baker piensa en su arte, Vila-Matas expresa:
"Recuerdo haber pensado siempre  que la propia vida no existe por sí misma, pues si no se narra, si no se cuenta, esa vida es apenas algo que transcurre, pero nada más. Para comprender a la vida, hay que contarla, aún cuando sólo sea a uno mismo. Eso no significa que la narración permita una comprensión cabal, puesto que, de hecho, quedan siempre vacíos que la narración no cubre, a pesar de las suturas o remedios que intenta aplicar. Por ese motivo es que la narración restituye la vida sólo de forma fragmentaria."

La palabra nos constituye, nos da forma, nos sana y nos puede enfermar. La palabra es parte de la contención necesaria para sentirnos sostenidos, contenidos y escuchados. Ser escuchados es ser percibidos, ser recibidos, el otro nos hace un lugar en su interior, nos incorpora a través del sonido de nuestras palabras. La organización de ese relato está asociado a la salud. En el texto Didáctica de la ternura, -en pdf en la página de Bibliografía de este blog-, María Emilia López incluye la siguiente imagen, poderosa: con la palabra la madre va formando una membrana protectora, que abarca y contiene al niño. Pensamos que esa palabra, ese relato conformado por palabras, no puede ser incoherente, tendrá sus particularidades, porque estará dicho desde un ser particular, esa mamá, pero deberá portar, comunicar elementos comunes a la sociedad en la que ese niño y esa mamá desarrollan su vínculo. La historia familiar, las vicisitudes de esa historia, los secretos familiares, las explicaciones a las preguntas de los niños, la importancia que se le otorgue a cada acontecimiento y el modo en que se la pronuncie o la forma en que se calle, irá conformando los valores que serán importantes para ese niño, sus herramientas, dones y salvocunductos.
El psicoanálisis ha tomado esto, ha utilizado esta herramienta y la ha encontrado efectiva. Pero antes que el psicoanálisis tenemos las tradiciones orales de todo el mundo, con las que se alimentó a niñas y niños milenio tras milenio; y milenio tras milenio esas niñas y niños fueron creciendo y siendo madres y padres. Y fueron transmitiendo estas historias de las que eran parte, extendiéndolas a su prole, los relatos familiares, comunitarios, los relatos épicos, la historia en la que están inmersos. El Mahabarata  de los hindúes, la labor de los Griots africanos, el Bardo para los celtas, el Popol vuh; todos los pueblos originarios del mundo han acudido a la palabra y al relato para "darle forma" al alma humana, para mostrar el camino siempre presente. Con toda la historia que nos sostiene y nos dice quiénes somos, siempre presente, pero mostrándonos también cómo, quienes nos precedieron, se proyectaron en el futuro, y por eso existimos y formamos parte de la experiencia vital.
Y la literatura es eso, forma parte de la vida, nos ayuda a organizar nuestro propio relato, alimenta nuestras posibilidades mostrándonos cómo hicieron otras, otros para resolver situaciones complicadas,  para compensar la injusticia incluso a través de la fantasía, para trascender el dolor, y la certidumbre de la muerte.
Tal vez esa membrana de palabras que nos sostiene nos conecta con algo que va más allá de las propias palabras, de la propia individualidad; contiene y trasciende el relato de nuestras vidas. Me acuerdo de Alejandro Dolina diciendo que todos sabemos que nos vamos a morir, es la única certeza y sin embargo está el tipo que entra en la farmacia y cuenta el cuento del paisano que va a comprar supositorios, y nos reímos festejando la ocurrencia. Será que el universo nos tiene algo reservado. Alguito más, dice Dolina.

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