Las tres dudas del bicho colorado


Un cuento del maestro Gustavo Roldán, leído por él mismo.


Gustavo Roldán nació en el Chaco, más precisamente en Sáenz Peña, en el año 1935. Estudió Letras, y recibió el título de Licenciado en Letras Modernas. Se dedicó al periodismo y a la literatura para niñas y niños; literatura que muchos grandes también disfrutamos. En sus cuentos encontramos conjugados de manera magistral la mirada profunda sobre los seres humanos, sus sentimientos y formas de vincularse, sus problemas cotidianos y de los otros, las preguntas profundas sobre el sentido de la vida, la alegría de estar vivos, las tribulaciones del amor; todo ello encarnado en los animales del monte chaqueño. 
A través de sus cuentos conocemos personajes entrañables como don Sapo, el Piojo que supo estar enamorado de Teresa Parodi, el Coatí, el Tatú, el Yacaré, la Lechuza, el Ñandú, la Garza, y tantos otros. Imaginó y escribió muchísimas historias, y recibió muchos premios por su trabajo como escritor, dirigió colecciones de literatura infantil ... pero sobre todo, vivió intensamente  y, como el Tatú, llegó un momento en que se le acabó la cuerda, pero había jugado y amado tanto, y disfrutado tanto de la vida, que se metió en su cuevita, y se murió.  Esto sucedió el 3 de abril de 1012.

Además de Las tres dudas del bicho colorado, narrado por Gustavo, te invitamos a leer la historia del Pajarito remendado. Esperamos que lo disfrutes tanto como nosotros.

El árbol era como una fiesta de cantos y colores. Docenas, cientos, miles de pajaritos de toda clase se juntaban para ensayar sus canciones apenas amanecía. Y entonces el día parecía más lleno de luz y el monte se vestía de fiesta.

Ahí estaban todos los pajaritos. Estaba el tordo pico blanco y la calandria, la torcacita y el cardenal, el siete colores y la viudita, la cotorrita verde y el hornero, la tijereta y el picaflor.

Estaban todos y también estaba Pajarito Remendado.

Y aquí comienza la historia porque, al fin y al cabo, ésta es la historia de Pajarito Remendado.

Se llamaba así desde que una tarde, peleándolo, la urraca le gritó:

- Cra cre cri, Pajarito Remendado, cri cro cru.

Y así le quedó el nombre para siempre, porque sus plumas de distintos colores parecían los remiendos de un traje viejo.

Ese día en que el árbol era como una fiesta de colores, Pajarito Remendado se posó en la rama más alta. Y ahí, mientras silbaba a todo silbar, pasó un aguilucho y, rápido como rugido de sapo, cayó sobre Pajarito Remendado y se lo llevó por los aires.

- Ya tengo comida para mis pichones -pensó contento el aguilucho, con el pajarito apretado en el pico.
- ¡Se llevan a Pajarito Remendado! ¡Se lo lleva el aguilucho! -gritaban los pájaros desde las ramas.
- ¡Se lo lleva el aguilucho! -gritaba el tordo.
- ¡El aguilucho se lo lleva! -gritaba la paloma.
- ¡Que lo suelte, que lo suelte! -gritaba la calandria.

Muerto de miedo, Pajarito Remendado pensó que se acercaba su hora, pero los gritos le dieron una idea.

- ¡Que lo suelte, que lo suelte! -seguían gritando todos.
- Señor aguilucho -dijo Pajarito Remendado-, mire qué pájaros meteretes.

El aguilucho siguió volando, pero miró con curiosidad el árbol lleno de gritos.

- Sí señor aguilucho, no puede ser que se metan en los problemas ajenos.
- ¡Que lo suelte! ¡Que lo suelte! -seguían los gritos.
- ¡Esto no puede ser! -dijo Pajarito Remendado- ¡Dígales que qué les importa!
- ¡Qué les importa! -gritó el aguilucho abriendo grande el pico.

Pero cuando terminó de hablar se encontró con el pico vacío, y vio a lo lejos que Pajarito Remendado se escapaba, riéndose a más no poder. Se escapaba, todavía un poco muerto de miedo, pero un mucho muerto de risa.

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