Un cuento del maestro Gustavo Roldán, leído por él mismo.
Gustavo Roldán nació en el Chaco, más precisamente en Sáenz Peña, en el año 1935. Estudió Letras, y recibió el título de Licenciado en Letras Modernas. Se dedicó al periodismo y a la literatura para niñas y niños; literatura que muchos grandes también disfrutamos. En sus cuentos encontramos conjugados de manera magistral la mirada profunda sobre los seres humanos, sus sentimientos y formas de vincularse, sus problemas cotidianos y de los otros, las preguntas profundas sobre el sentido de la vida, la alegría de estar vivos, las tribulaciones del amor; todo ello encarnado en los animales del monte chaqueño.


El árbol era como una fiesta de cantos y colores. Docenas,
cientos, miles de pajaritos de toda clase se juntaban para ensayar sus
canciones apenas amanecía. Y entonces el día parecía más lleno de luz y el
monte se vestía de fiesta.
Ahí estaban todos los pajaritos. Estaba el tordo pico blanco
y la calandria, la torcacita y el cardenal, el siete colores y la viudita, la
cotorrita verde y el hornero, la tijereta y el picaflor.
Estaban todos y también estaba Pajarito Remendado.
Y aquí comienza la historia porque, al fin y al cabo, ésta
es la historia de Pajarito Remendado.
Se llamaba así desde que una tarde, peleándolo, la urraca le
gritó:
- Cra cre cri, Pajarito Remendado, cri cro cru.
Y así le quedó el nombre para siempre, porque sus plumas de
distintos colores parecían los remiendos de un traje viejo.
Ese día en que el árbol era como una fiesta de colores,
Pajarito Remendado se posó en la rama más alta. Y ahí, mientras silbaba a todo
silbar, pasó un aguilucho y, rápido como rugido de sapo, cayó sobre Pajarito
Remendado y se lo llevó por los aires.
- Ya tengo comida para mis pichones -pensó contento el
aguilucho, con el pajarito apretado en el pico.
- ¡Se llevan a Pajarito Remendado! ¡Se lo lleva el
aguilucho! -gritaban los pájaros desde las ramas.
- ¡Se lo lleva el aguilucho! -gritaba el tordo.
- ¡El aguilucho se lo lleva! -gritaba la paloma.
- ¡Que lo suelte, que lo suelte! -gritaba la calandria.
Muerto de miedo, Pajarito Remendado pensó que se acercaba su
hora, pero los gritos le dieron una idea.
- ¡Que lo suelte, que lo suelte! -seguían gritando todos.
- Señor aguilucho -dijo Pajarito Remendado-, mire qué
pájaros meteretes.
El aguilucho siguió volando, pero miró con curiosidad el
árbol lleno de gritos.
- Sí señor aguilucho, no puede ser que se metan en los
problemas ajenos.
- ¡Que lo suelte! ¡Que lo suelte! -seguían los gritos.
- ¡Esto no puede ser! -dijo Pajarito Remendado- ¡Dígales que
qué les importa!
- ¡Qué les importa! -gritó el aguilucho abriendo grande el
pico.
Pero cuando terminó de hablar se encontró con el pico vacío,
y vio a lo lejos que Pajarito Remendado se escapaba, riéndose a más no poder.
Se escapaba, todavía un poco muerto de miedo, pero un mucho muerto de risa.
Excelente libro a los chicos les encanta.
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