Encuentro con Julio

Desde la Biblioteca Libe Nerea de Larrazábal organizamos un homenaje a Julio Cortázar, como tantos otros que se realizaron y seguirán sucediendo este año, con motivo del 100 aniversario de su natalicio.
Entre las propuestas que se sumaron para dicho homenaje, nos dimos el gusto de hacer un Café literario en la biblioteca, abierto a la comunidad, para dialogar acerca de Cortázar, completarlo con las distintas miradas, y encontrarnos en un espacio para compartir nuestros pareceres y el placer que nos produce la literatura.

Libro de Artista - Celeste Freire - El Bolsón

Asumimos dicha iniciativa sostenidos, por un lado, en la idea de que la literatura y el arte, como señala Michel Pettit: “en todas sus formas aportan un soporte remarcable para despertar la interioridad, poner en movimiento al pensamiento, relanzar una actividad de simbolización y de construcción de sentido”(1) y, por el otro, en lo que en palabras de Daniel Pennac, se expresaría como: “El verbo leer no tolera el imperativo”(2), es decir, en la convicción de la necesidad e importancia de estos espacios no obligatorios ni “acreditables” que propicien el contacto con lo literario, dentro de las instituciones educativas.
Durante este encuentro, coordinado por Silvana Calo, Laura Wallovits y Claudio Barrientos, y que contó con la participación de personas de todas las edades, se propusieron algunas consignas de escritura. Transcribimos aquí algunos de los textos que surgieron en este encuentro. Dentro de cada texto podrán encontrar una frase completa tomada de alguna de las producciones del propio Julio Cortázar. El desafío fue, al escuchar la lectura de cada texto, descubrir cuál era esa frase. No fue fácil.
¿Les gustaría leer las producciones? Adelante:


La mañana llegó. La luz del sol se coló por entre las rendijas de la ventana. Una vez que la luz tocó
su rostro, él respondió con un reflejo, tomó la colcha y se la llevó con furia y desesperación hacia su rostro, dejando los pies descalzos, sin protección ante la llegada de la mañana. Pero el sol insistió y su claridad venció al espeso entramado de hilos, telas y demás cobertores. Llevó la cabeza bajo la almohada intentando detener lo inevitable. Por unos segundos, lo había logrado, pero un nuevo enemigo hizo su aparición, el calor, la asfixia. Soportó lo más que pudo, pero tuvo que volver una trinchera atrás. Ya era inevitable. La luz atravesó los párpados, una de las fronteras entre el mundo y el cuerpo. Esta batalla ya está perdida, pensó. Vistiéndose despacio, se acabó el atado de cigarrillos y se miró un momento al espejo.
Juan

Me estaba contando acerca de seres fantásticos que “viven” a nuestro alrededor. Contaba y Mostraba, a veces un destello intermitente, a veces una sombra fugaz entre las hojas del manzano.
-         ¿Ves? Ahí – me decía…
Y yo no veía nada…
¿Cómo puedo haber perdido la capacidad de ver? ¿Se recupera eso? ¿Cómo?
Y entonces recordé esta nueva dimensión sin tiempo. Es raro y me resulta ajeno ahora, perece una broma pero somos inmortales. Inmortales. Sin tiempo, sin futuro, con más miedo y tedio que esperanzas y sorpresas… Lo cual no resulta nada gracioso.
Daniel


Decidimos viajar a ese lugar, tantas veces vislumbrado y deseado. Siempre hubo algo que nos detuvo, que provocaba la suspensión del viaje. Parecía que nunca lo lograríamos. Pero entonces, de pronto, acordamos que mañana era el día esperado. De pronto empezó un tiempo diferente, más sigiloso, más bello y amenazante a la vez. Abrimos la puerta y nos fuimos. Afuera, todo parecía sereno y peligroso. Nos dimos la mano y avanzamos colocando un pie delante del otro. Al cabo de unas horas no sabíamos dónde estábamos, era todo hermosamente desconocido. Y el tiempo cronológico había desaparecido.
Arianne




¿De qué hablamos cuando decimos “Lo real”?
¿A qué aludimos con estos términos, los mismos que definen la cotidiana y gastada imagen que
describimos y a la que llamamos “la vida”, “lo que es”, es decir, “la realidad”?
Todo parece estar en orden, nada se desacomoda acaso por unos segundos, unos minutos, unas horas… Sonreímos plácidos, engordando la esperanza de que lo encontramos, de que finalmente coincide todo aquello que nombramos con todo lo existente y nombrado… Experimentamos la delicia del orden, del equilibrio, y es tanto el gusto de estar allí, como un punto en medio de una línea infinita, que olvidamos la cuerda, la cuerda floja sobre la que estamos, en realidad, tratando de construir esa pequeña y cuidada ilusión de vida…
Pero siempre llega… Es cuestión de un instante, de pronto un vértigo, una brusca irrealidad y la caída irremediable que nos tiende nuevamente ante el interrogante…
 Laura



Es una familia muy singular. El padre, un intelectual de aquellos, en sus horas libres lee cuanto libro que considera de interés llega a sus manos. Por lo tanto, no comparte mucho tiempo con el resto de la familia. La madre, un ser un poco oscuro y silencioso. Cumple con el mandato de ser
“ama de casa” eficiente. Los hijos, Ana y Juan, viven su vida con la libertad que le dan estos padres. Una libertad poco controlada, por cierto.
Ana tiene un novio, Joaquín, con el que mantiene una relación un tanto enfermiza. Ella lo trae a su casa algunas noches, duermen juntos en su cuarto y pareciera que nadie se entera. Ana le dijo cierta noche a Juan, describiendo a su familia: “siempre me ha parecido que el rasgo de nuestra familia es el recato”. Para no decir que, en realidad,  a esos padres no les interesaba mucho la vida de sus hijos. Pero una noche el padre decide saber quién es el novio de su hija. Y ahí, en ese momento, la definición de Ana sobre su familia ya no tuvo razón de ser…
 Mabel

Un día más tratando de recordar, haciendo reminiscencia para que aunque sea ella sepa que en algún momento existió, alguna vez existimos, ella y yo; y nuestra historia. Cada semana la visito, la miro, le hablo acerca de viejos recuerdos, antiguos momentos compartidos. Tengo la ilusión de que al partir se lleve consigo aunque sea un suave sentimiento de este amor que hemos vivido. Admito que en ciertas ocasiones modifico algunos relatos, invento pequeños detalles, quizás para darle más color y más luz a nuestra historia que ha sido hermosa pero adorno aquellos momentos que no lo fueron tanto. Debo decir que con el paso del tiempo he omitido e inventado tanto que ya casi no recuerdo lo real de lo ficticio. Así que ahora ya es más difícil hablar de esto, está mezclado con otras historias que uno agrega a base de olvidos menores, de falsedades mínimas.
Sonia


Durante mi niñez, los días no duraban 24 horas, las semanas no existían como tales y la vida transcurría como los manteles hasta que eran lavados. Mi casa no era solo mi casa, también lo era la vereda, la esquina y la plazoleta. Esto que cuento pasó hace rato, quedan pedazos y momentos tan recortados en la memoria que solo se pueden  decir en presente.
A veces me pregunto ¿para qué volver? ¿Para qué recordar? Un sabio una vez me dijo que recordaba para saber quién era, pero él creía que era un sabio así que descarté su absurdo simplismo, aún así prefiero continuar recordando y seguir creyendo que esas cosas realmente pasaron y solo son cicatrices que me persiguen. Y facilitan mi camino.
Manuel



Todas las tardes, cuando llegaba del laburo, mi jermu me esperaba con el mate, me acomodaba la ropa mientras yo me ponía el pantalón corto y me quedaba en camiseta. Después de un rato de estar tirado en el sillón del patio orejeando las terrazas de los vecinos, escuchando los gritos de la Porota, un día se me da por preguntar por “el nene”. Ahí me di cuenta de que algo fulero pasaba porque mi jermu empezó a decir pavadas como si
fuera un gil. Me daban ganas de partirle la jeta de un revés para que no siguiera tomándome pal
churrete, pero me contuve, cuando llorando y moqueando me confesó que el pibe estaba en el
café, con los amigos, jugando al truco o al póker , o haciendo carambolas, o , o , o… Ahí no aguanté más y así, con los cortos, la camiseta y las chancletas, me fui pal café de la esquina como un bólido a través de la canícula que imperaba en el barrio para darle al “nene” el revés en la jeta, delante de los otros crápulas que mi jermu llamaba “los amigos”…
Andrea


Entre tanto, nacemos; no es un acto en plural, es verdad, pero el plural mantiene la fantasía.
Entre tanto llegan y pasan personas a nuestras vidas, por nuestras vidas … algunas se van… ¿las menos constantes se podría decir?
Entre tanto llegan los hijos… me acuerdo de Elsa, una compañera  de trabajo, una vez me sorprendió diciéndome “Cuando me quise dar cuenta tenía tres hijos” … tal vez para tranquilizarme me dije: claro, antes no quiso… darse cuenta.
Entre tanto los muebles se gastan se rompen, migran, desaparecen o hay que renovarles el tapizado… como el sillón que ahora es amarillo  (el verde me trae malos recuerdos)
Entre tanto los padres se vuelven grandes y se vuelven fotos, anécdotas.
Entre tanto los chicos van creciendo y llega un día en que sin saber por qué dejan de interesarse por el sillón y las visitas…
Entre tanto se comieron el budín de zanahorias, la escritura distrae de las cosas importantes.
Claudio


Caminó despacio, acomodado los huesos de a poco, como para que se fueran acostumbrando al Movimiento, casi como una película en cámara lenta. Como un motor, que una vez que arrancaba Tomaba velocidad y se iba poniendo derechito, también de a poco. No fuese cosa que la columna se subvirtiera al estiramiento del resto del esqueleto. Llegó al baño, encendió la luz, se encandiló. Conocía la casa palmo a palmo, por eso prefería la penumbra de los árboles que continuaban su movimiento en la sombra proyectada en la pared. Dudó. No se acordaba para qué había ido al baño. Una voz lejana, de otro tiempo, gangosa y sin sentido cruzó su memoria: “Apagá la luz y apretá el botón”. Ahora podía dejarla encendida el tiempo que quisiera. No habría reclamo.
Un teléfono mudo crujió en el living, una brisa de viento se filtró por la hendija del pasacartas que,
como una puerta condenada dejaba pasar voces que venían del pasillo exterior. Caminó un poco hacia el lavamanos. Apoyó sus manos firmes, levantó la mirada, suspiró de nostalgia ante su propio rostro. Se sonrió a sí mismo, se acarició. Permaneció en silencio. El ruido del agua de la canilla corriendo abruptamente lo despertó del movimiento inconsciente que había realizado. El vapor comenzó a empañar el espejo y se desdibujó. Ahora que se va poniendo viejo se da cuenta de que no es fácil matarla.
 Mariana



[1]Pettit, Michele, Ponencia marco: «Lectura y desarrollo social», I Jornadas Aragonesas de Bibliotecas Escolares y Promoción de la Lectura. 10º Aniversario de «Leer juntos», Ballobar, 8, 9 y 10 de mayo de 2003
[2]Pennac, Daniel. Como una novela. Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1996.

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