Cuando los cronopios cantan sus canciones preferidas, se
entusiasman de tal manera que con frecuencia se dejan atropellar por camiones y
ciclistas, se caen por la ventana, y pierden lo que llevaban en los bolsillos y
hasta la cuenta de los días.
Cuando un cronopio canta, las esperanzas y los famas acuden
a escucharlo aunque no comprenden mucho su arrebato y en general se muestran
algo escandalizados. En medio del corro el cronopio levanta sus bracitos como
si sostuviera el sol, como si el cielo fuera una bandeja y el sol la cabeza del
Bautista, de modo que la canción del cronopio es Salomé desnuda danzando para
los famas y las esperanzas que están ahí boquiabiertos y preguntándose si el
señor cura, si las conveniencias. Pero como en el fondo son buenos (los famas
son buenos y las esperanzas bobas), acaban aplaudiendo al cronopio, que se
recobra sobresaltado, mira en torno y se pone también a aplaudir, pobrecito.
De Cuentos, Julio Cortázar; 1ª edición Alfaguara. 2007
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